venerdì , 22 Novembre 2024

Proceso constituyente y huelga feminista en Chile. Una entrevista con Karina Nohales (CF8M)

por CAMILLA DE AMBROGGI

Italiano

Publicamos una entrevista con Karina Nohales, vocera de la Coordinadora Feminista 8M (CF8M) y candidata constituyente de la CF8M en Chile. Karina nos cuenta el papel central que jugó el movimiento feminista dentro de la revuelta chilena de octubre de 2019, que abrió un proceso de politización sin precedentes: esto llevó al triunfo del “sí” en el referéndum del 25 de octubre de 2020 para derogar la constitución de Pinochet y a la apertura de un proceso para redactar una nueva constitución, a través de la primera Asamblea Constituyente paritaria de la historia y abierta a candidatos y candidatas independientes, es decir, parte de los movimientos sociales y no pertenecientes a ningún partido. Sin embargo, como aclara Karina, el proceso de politización abierto con la revuelta no termina en la convención constitucional, sino que, por el contrario, puede encontrar en esa convención un espacio para radicalizar los términos en los que se disputa esa politización. La decisión de la CF8M, tomada colectivamente y fruto de varias asambleas, de proponer candidaturas independientes para la convención constitucional, entre ellas la de Karina, no mira, por tanto, a asumir roles institucionales, ni quiere reducir la complejidad y heterogeneidad de las luchas y reivindicaciones sociales estalladas en la revuelta a un nivel constitucional que, por su propia naturaleza, tiende a reducir las tensiones a una unidad a través de la formalización de las demandas sociales. Por el contrario, se trata de mantener abierto el proceso de politización de masas de la revuelta incluso dentro de la Asamblea Constituyente, para hacer valer su poder social de forma autónoma, rechazando el monopolio de la forma partidista y representativa en el ejercicio de la política. Precisamente por eso, para Karina el proceso de la huelga feminista sigue siendo central y no puede estar subordinado a la convención constitucional, porque es ese proceso el que permite que el discurso y la práctica feminista sean transversales en los diversos momentos de la confrontación política, incluido el constitucional, y mantengan una lectura general de los problemas que en la redacción de la Constitución se abordan como particulares. La entrevista es, por tanto, una oportunidad para repensar la dinámica movimiento-institución a favor de un proceso que va más allá de esa misma dinámica y que abre nudos e interrogantes fundamentales para los movimientos sociales y feministas del resto del mundo.

Esta entrevista adquiere mayor relevancia a la luz del panorama latinoamericano de las últimas semanas, en el que la victoria de la derecha neoliberal en Ecuador con Guillermo Lasso, la derrota del MAS en las elecciones departamentales bolivianas en 4 departamentos del centro del país y el paso a la segunda vuelta en Perú de un candidato de la izquierda conservadora – Pedro Castillo – frente a una candidata de la extrema derecha – Keiko Fujimori, hija del ex dictador Alberto –, muestran cómo existe un rechazo generalizado de los movimientos sociales al papel de mediación entre el poder político y los propios movimientos que habían asumido los gobiernos progresistas. La dimensión transnacional del proceso de huelga fue fundamental para salir de la alternativa que parecía imposible para los movimientos entre el apoyo crítico a los gobiernos progresistas y el rechazo generalizado a la comunicación institucional, porque la conexión transnacional de este proceso permitió hacer ineludible el poder social de los distintos sujetos que lo atraviesan. Por eso, nos dice Karina, es necesario mantener abierto ese proceso para transformar radicalmente la materialidad de la organización de la vida, lo que no puede ocurrir si no se consideran las coordenadas globales en las que se mueve el proceso de producción y reproducción del capital, y mantener abierto el ‹‹carácter inevitable de una confrontación de clases, en el que el feminismo juega un papel fundamental, que no se resuelve escribiendo una nueva Constitución››.

***

Camilla De Ambroggi: Quería empezar preguntándote como, desde la Coordinadora Feminista 8M, os estáis planteando de manera autónoma en el proceso hacia la convención constitucional, cual es vuestro programa y sobre todo como os estáis organizando para hacer del proceso constituyente un momento que realmente logre afirmar el poder social de las mujeres, las disidencias, los y las indígenas, los y las migrantes, los y las trabajadoras que hicieron la revuelta de octubre.

Karina Nohales: La Coordinadora Feminista 8 de marzo (CF8M) nace el año 2018 y es frutó de un ciclo político internacional que nosotras hemos denominado una irrupción de un feminismo de masas a nivel global. Es una organización social de facto que se propone transversalizar el feminismo dentro de los movimientos sociales, colocando la vida de las mujeres, de las niñas de las disidencias sexuales como un problema político y como parte de la acción política de la clase trabajadora. La idea fundamental era sacar al feminismo de esta noción de particularidad, de manera de hacerlo ineludible en todos los movimientos sociales y en todos los espacios en que la clase trabajadora se ha ido organizando, incluyendo desde el sindicalismo, por supuesto, hasta la lucha por la vivienda, los movimientos de lucha socio ambiental etcétera. Nos convocamos de un marco político que era de independencia y autonomía estricta respecto de todos los partidos políticos que han administrado estos 30 años de neoliberalismo en Chile, de todas las cúpulas eclesiásticas y de los grandes gremios empresariales. Esa fue nuestra idea inicial, nos constituimos con el objetivo de organizar la huelga general feminista en Chile que no se había dado antes. Bueno, muy poquito tiempo después se produce esta revuelta popular y estallido social que impugna de manera general y muy transversal la forma en que se organiza la vida en Chile estas décadas, impugna el neoliberalismo por supuesto y todas aquellas condiciones de precarización de la vida que de manera muy acelerada impone el neoliberalismo y que reproducen y agravan los elementos económicos, culturales, jurídicos y materiales que sostienen las violencias patriarcales contra las que nos hemos levantado. La potencia que, desde la CF8M, en conjunto con otras organizaciones, fuimos levantando antes del estallido social nosotras pensamos que prefigura de alguna manera los contenidos del mismo estallido: nosotras nos convocamos a la huelga general feminista por primera vez el 2019 con el objetivo de interrumpir la normalidad neoliberal, una normalidad violenta, y el estallido social lo que viene a plantear muy poco tiempo después como consigna general es que la normalidad era el problema. Qué es lo que resulta de la revuelta social en un primer momento es un acuerdo que busca cambiar a la Constitución Política de Pinochet del año 1980 y esta posibilidad nace fruto de un acuerdo que toman casi todos los partidos políticos del Parlamento. Nosotras dijimos desde el primer momento que este acuerdo – que se llama Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución – tiene dos momentos: un momento es el de la “paz social” que, en términos muy concretos, significa que casi todos los partidos del Parlamento, incluyendo los partidos de oposición, deciden blindar, proteger al gobierno de Piñera – un gobierno que ha violado sistemáticamente los derechos humanos – e impedir que este gobierno caiga, asumiendo la agenda represiva que viene a plantear este gobierno a cambio de poder cambiar la Constitución de Pinochet – el segundo momento. Sin embargo es un acuerdo que nadie desea completamente, no lo desean los partidos que los firman porque ninguno quería cambiar la Constitución, todos han administrado de una manera muy cómoda la institucionalidad que vino a imponer esta Constitución y tampoco lo desean completamente los pueblos que se alzan en revuelta porque, si bien se planteaba la necesidad de una Asamblea Constituyente, el acuerdo en los términos que es impuesto por los partidos políticos del Parlamento tiene graves limitaciones a la participación popular. Entonces se abre un escenario que está en disputa todavía y la convención constitucional sin duda va a ser uno de esos momentos de la disputa de clases que está instalada de una manera muy polarizada hoy en Chile. Nosotras de manera muy sostenida y durante bastante tiempo debatimos la posibilidad de participar en esta convención. La CF8M es un espacio que nunca ha participado de la institucionalidad, incluso muchas de nosotras nunca votaron; me incluyo, por ejemplo, yo tengo 36 años, hace 18 años que puedo votar, y nunca he votado, solamente voté para el plebiscito de la Constitución que fue el año pasado y esa es la realidad de muchas de nosotras. Sin embargo, teníamos el desafío de deliberar si queríamos participar o no de un proceso que tiene un origen en la revuelta social, pero que su traducción es un proceso institucional. Decidimos hacerlo, porque entendíamos que estaba en juegos muchas cosas. Primero, un proceso que siendo institucional es de un carácter extraordinario y dura un tiempo acotado no significaba que nosotras nos fuéramos a sumar a la administración de lo que existe desde la institucionalidad, sino tener una voz en un proceso que diríamos es una compuerta muy breve de tiempo en que está la posibilidad de transformar ciertas cuestiones de esa institucionalidad. Por otra parte, entendíamos que la revuelta social abre un ciclo de politización de masa muy importante inédita en Chile en el que no da lo mismo en qué términos se dispute esa politización. Por ejemplo, podríamos ir el día de mañana a la convención constitucional debatiendo sobre la crisis climática y para nosotras no da lo mismo que ese debate se dé en una clave de impuestos verdes a las grandes empresas o que se dé en clave de la necesidad de transformar radicalmente la matriz extractivita de nuestra economía. Entonces pensábamos que un momento muy importante de esta politización de masas va a transcurrir en la convención, no exclusivamente, pero sí de una manera bastante determinante y queremos que esa politización pueda contener los elementos más radicales posible. Veíamos, por otra parte, que la posibilidad de discutir todo – desde cómo se organiza el estado hasta los derechos sociales – es algo que no ha ocurrido nunca, tal vez la última vez fue la elección presidencial en que ganó Allende, que nosotras pensamos que es la última vez que el pueblo va a las urnas tras un programa y no tras una cara o una figura. Hoy en día la posibilidad de que los pueblos puedan afirmar colectivamente un proyecto propio de sociedad se está formando, está gestándose, y el proyecto que nazca de este proceso tiene que ser atravesado de manera protagónica por el feminismo. Entonces la convención no está separada de ese proceso de politización por muy institucional que sea. Pero, al mismo tiempo, ha sido un desafío difícil porque los movimientos sociales hemos venido debatiendo sobre todo en torno a derechos sociales y no hemos venido debatiendo acerca, qué sé yo, cómo queremos que se organice el Parlamento o las atribuciones del Poder Ejecutivo etcétera. Entonces el programa que nosotras tenemos que es un programa construido entre miles, a través de los Encuentros Plurinacionales de las y les que luchan es un programa centrado en derechos sociales principalmente, no es un programa que habla de todo lo que se va a hablar en la convención constitucional, pero también es parte de la politización en curso que sectores populares colectivos amplios tengan que empezar a debatir estos otros problemas de los que no estábamos hablando. Entonces hoy día la Constitución que tenemos establece de manera muy explícita y marcada que lo que organiza la vida es la oferta y la demanda, y la manera en que el mercado regula esta oferta y demanda es la ganancia sobre la vida. Lo que nosotros planteamos es que esta nueva Constitución tiene que plantear justamente lo contrario, poner la vida, todas las formas de vida no solo la vida humana, por sobre la ganancia. Eso es más o menos lo que hemos conversado.

C.D.A.: Empezando por lo que dices sobre la relación entre la convención constitucional y este proceso de politización, estaba pensando que el proceso de la huelga feminista ha sido también un proceso muy fuerte de politización capaz de crear una conexión entre varios sujetos y varias luchas, bloqueando la organización patriarcal, neoliberal y racista de la sociedad global también de mostrando el carácter político y sistémico de la violencia. Entonces quería preguntarte qué pasa ahora con la huelga en el proceso constituyente, sobre todo después de este año en que la precarización y la violencia sobre nuestras vidas ha ido incrementando mucho. ¿Crees que el proceso de la huelga feminista sigue teniendo su propia vitalidad específica y su carácter procesual o – aunque en parte ya me has contestado a esta pregunta – crees que el movimiento de la huelga corre el riesgo de agotar este momento de politización esperando la formalización constitucional de algunas de sus reivindicaciones? 

K.N.: Creo que lo primero es justamente afirmar su carácter de proceso: la huelga no es un hito, no es un momento, es un ejercicio de imaginación política muy radical en un país en que por ejemplo no ha habido huelgas generales en casi 50 años. En el contexto muy particular de la revuelta social se hace el primer llamado a una huelga general que no sea feminista en Chile, eso fue el 2019, y lo voy a comentar después. Pero es el feminismo lo que vuelve a instalar primero el concepto de huelga general, y no lo hace replicando lo que en nuestra imaginación eran las huelgas generales de los años 70, sino que lo hace significando lo que es una huelga feminista. Eso supone insertar, yo diría, una lectura general que ha estado ausente en Chile respecto a cómo se organiza la vida, cómo se organiza el trabajo en clave general y desde la lectura feminista sobre todo estos problemas. Eso ha sido muy importante, eso ha sido una parte fundamental del proceso de politización que se abre en Chile que antecede la revuelta social y que ocupa su propio lugar luego en la revuelta. El proceso que te relato sigue abierto, la huelga general feminista sigue ocupando un lugar muy importante en este proceso que está en curso y que no se ha agotado. Sin embargo, el feminismo antes de la revuelta tenía un poco… no voy a decir el monopolio, pero tuvo un lugar extremadamente relevante en la movilización de masas. Cuando estallan en revuelta muchísimo más sectores que no estaban activados desde el feminismo, el feminismo pasa un poco a un segundo plano: de ser lo más relevante en la movilización queda muy opacado cuando comienza la revuelta social y toman la iniciativa sectores en los que por supuesto el feminismo tiene inserción pero que no son propiamente feministas, como las grandes cúpulas sindicales con las que ha sido muy difícil la relación y el proceso de huelga feminista. Los sindicatos, a pocos días de haber comenzado la revuelta, convocan a una huelga general: esto no había pasado antes, logran reunirse sectores sindicales que no se reunían para convocar esta huelga que no era feminista – o sea no la caracterizaban como feminista – y excluyen a las feministas, que eran el único sector que venía convocándose en un proceso de huelga general. Entonces yo creo que eso marca muy claramente hasta qué punto el proceso de la huelga general feminista sigue siendo necesario y vigente y no se excluyen de una manera deliberada. Ustedes no son sindicalistas [el movimiento Non Una Di Meno], y la huelga es propia del sindicalismo, están queriendo incluso ultrajar el sentido histórico de la huelga, desalojándola de donde debe estar. Estábamos en medio de una revuelta y teníamos que además librar esto debates que eran políticos y decir que el feminismo sí es una forma de acción política de la clase trabajadora, disputar los contornos de lo que clásicamente se ha entendido o conservadoramente se ha entendido como clase trabajadora. Hemos tenido que situar al sindicalismo y a su actividad como una especificidad dentro de la clase trabajadora y no al revés. Eso todavía está abierto y es parte de la politización que nos interesa ir profundizando en partes de sectores sociales cada vez más amplios. Pensemos por ejemplo que los sectores formalmente asalariados, y que por lo tanto tienen derecho a la huelga en Chile, son el 60% de la población económicamente activa; el 40% es trabajo informal remunerado, que es gente que no tiene derecho ni a la huelga ni a sindicalizarse, y luego tenemos todo el trabajo no remunerado que tampoco tiene derechos. Entonces lo que nosotros siempre hemos tratado de pensar es una forma de que la clase trabajadora pueda organizarse de manera cada vez menos sectorial y particular – y para nosotras el sindicalismo constituye una particularidad – de manera de hacer un despliegue de masa que sea efectivo. Sentimos que atrapado en esta lectura conservadora de cómo es la propia dignidad de la clase trabajadora hay un derroche gigantesco de fuerzas que existe, que quiere movilizarse. Eso todavía yo creo que sigue más una característica del feminismo, de su potencia y de los otros sectores que impugnan dentro de la clase trabajadora estas lecturas feministas. Entonces el proceso de la huelga sigue a la orden del día, sigue siendo absolutamente necesario y no puede ni subordinarse ni reducirse al proceso constitucional que va a tener lugar en el país. Ahora lo que es cierto es que no nos había nunca tocado antes involucrarnos en un proceso electoral. El nivel de energía que esto consume es importante y desplaza a las centralidades de otras tareas que también tienen que ver con la organización del proceso de la huelga y me imagino que esa sea una situación en la que queda cualquier organización social política, de la naturaleza que sea, cuando se involucra en un proceso electoral. Eso es lo que estamos viviendo, es una experiencia también que ha sido muy importante porque ha sido muy politizadora para nosotras también, de una manera diferente a la que estábamos viviendo.

C.D.A.: Me parece súper importante lo que dice de que el proceso de la huelga sigue fundamental para visibilizar todo el trabajo informal y el trabajo no renumerado que hacemos nosotras las mujeres, así como lo que decías antes de volver transversal la perspectiva feminista, que es un logro que ha tenido el movimiento de la huelga feminista en estos años. Sobre esto sé que vosotras tenéis candidatas independientes y también hay lista de candidatos independientes que reúnen varios movimientos sociales. Quería preguntarte si puedes un poco explicar cómo os estáis organizando colectivamente también con las otras organizaciones sociales hacia la convención constitucional.

K.N.: El proceso constitucional en Chile es nuevo, nunca había habido un proceso de este tipo. Es además un proceso paritario, eso quiere decir que las candidaturas tienen que ser el mismo número hombres y mujeres y que la convención constitucional también va a ser mitad hombre y mitad mujer y junto a eso se incorporan los escaños reservados para pueblos originales que también es una novedad. La forma en que se eligen los y las constituyentes es la misma forma en la que se eligen los y las diputadas. Esa es la ley que rige, pero con una particularidad: los independientes cuando se trata de elecciones parlamentarias no pueden formar listas, pero para la convención constitucional sí se puede. Entonces lo que nosotros definimos fue formar listas independientes de movimientos sociales para la convención. ¿Cuál es la otra forma en que pueden participar los independientes? A través de un cupo de un partido político, participar como independiente en la lista de un partido o de un grupo de partidos políticos. Nosotras decidimos conformar esta lista entendiendo qué ser independientes no era el punto central, sino que el punto central, de nuevo, era afirmar que el monopolio del ejercicio de la política no está contenido exclusivamente en la forma partido y que la actividad de movimientos sociales es una actividad política, aunque no tome la forma del partido. Si pensamos en los partidos más o menos de izquierda en Chile, los programas políticos que defienden para la convención están centradas en los elementos que los movimientos sociales han puesto encima del escenario político. Entonces incluso podríamos decir que el contenido político fundamental de la disputa ha sido colocado por los movimientos y no por eso mismos partidos y que por tanto la voz de los movimientos sociales en este proceso no sólo es fundamental si no es indelegable. Es decir, no queremos producir una política para que sean otros en segunda persona y no en primera persona quienes porten nuestro programa, sino que somos capaces de portarlo por nosotras mismas. No hay garantía de que alguien pueda defender mejor ese programa de quienes lo ha instalado y defendido en las calles a costa de lacrimógenos, de detención, de abusos, durante muchísimos años. Esto no les ha gustado a los partidos, incluidos los más progresistas de izquierda. En realidad, no reconocen y ven en una posición de inferioridad la capacidad de la agencia política del movimiento social. Llegan a afirmar incluso que sólo desde los partidos se puede producir un programa general y desde el movimiento social sólo se reproducen perspectivas particulares. Yo creo que, por lo menos en lo que refiere al movimiento feminista, nada más alejado de la realidad: si una característica ha tenido el feminismo a nivel global en este periodo es que ha sido capaz de articular una lectura general respecto de una serie de demandas sociales que se presentaban separadas y particularizadas. Decidimos conformar estas listas y no fue fácil, porque nosotras teníamos mucha autoconfianza en nuestra capacidad, pero no pasaba lo mismo con otros movimientos sociales que consideraban que a causa de los infinitos requisitos que tenían los independientes para constituir listas – requisitos que no tenían que cumplir los partidos – no íbamos a lograr cumplir con todos esos requisitos y formar las listas. Entonces muchos movimientos sociales estaban viendo cómo conseguir cupos dentro de los partidos y nosotras tuvimos que convencer, con muchísimo trabajo, a muchas otras organizaciones sociales que era posible lograr todos los requisitos para conformar la lista y efectivamente lo hicimos. Y lo hicimos, yo diría, con ventaja, porque hubo un periodo, antes de que comenzara la campaña electoral, en que los independientes tenían que juntar firmas para inscribir sus listas; durante ese momento contamos también con el monopolio de algunas formas de la actividad porque los partidos no podían estar todavía en campaña, pero los independientes ya estaban reuniendo firmas y eso significaba en sí mismo una actividad de despliegue de campañas electorales muy grande. En el caso por ejemplo de mi distrito – es el distrito más disputado de Chile, producto del centralismo del país aquí en Santiago, que tiene un nivel de exposición mediática superior de cualquier otro lugar del país y que tiene un significado simbólico muy importante – la lista que constituimos fue la lista independiente con más patrocinios y firmas a nivel nacional. Eso es súper importante e, imagínate, en Chile hay cerca de 700 candidaturas independientes que tuvieron que juntar firmas, y en este caso, la mía que es la de la CF8M fue la candidatura independiente con más firmas a nivel nacional también y esto es curioso porque la CF8M siempre tuvo la política de no levantar figuras individuales. De hecho, quienes han sido voceras de la coordinadora hemos tenido la regla de que nunca se contestan por ejemplo ante la prensa preguntas personales; eso siempre pasa, por ejemplo, justo antes del 8 de marzo cuando los periódicos tratan de construir un perfil de la figura feminista, los periodistas preguntan qué te gusta hacer en tu vida y cosas así, esas preguntas no se contestas. Pues también la decisión de levantar candidaturas fue alterar un criterio que habíamos tenido hasta ahora, ya que efectivamente íbamos a tener que levantar algunas figuras. Pero nosotras logramos este nivel de patrocinio sin que nadie nos conociera – a las candidatas a nivel individual – y creo que nuestro énfasis en la construcción colectiva ha dado muestra de su potencial. Hay otros movimientos sociales en Chile, que ha sido muy importante en los últimos años, que sí tienen figuras individuales muy marcadas comunicacionalmente que no alcanzaron ni siquiera la mitad de los patrocinios que alcanzamos nosotras. Se fue bastante impresionante, sin embargo, cuando comienza el periodo legal de campaña ahí se ve la diferencia gigantesca en la cobertura comunicacional y en el dinero que tienen los partidos políticos porque tienen la hegemonía total de la televisión. En este sentido se está haciendo bien difícil y desigual como suponíamos que iba a hacer.

C.D.A.: Claro, también he visto que ahora Piñera bloqueó a la campaña electoral hasta final de abril y eso me imagino que también pone los candidatos independientes en desventaja en respecto a los partidos políticos…

K.N.: Claro porque estamos además en cuarentena total en casi todo el país y en este contexto lo único que queda es la tele, son los medios de comunicación hegemónicos. Porque si bien esos medios siempre han estado haciéndole la campaña a los partidos al menos antes teníamos la calle, podíamos estar desplegadas en las ferias, en los barrios, en las esquinas y ahora sólo quedó esta esta batalla imposible que es la comunicacional. 

C.D.A.: Quería hablar también del carácter transfronterizo, transnacional, del movimiento de la huelga feminista y de cómo este carácter fue capaz de producir una comunicación y una conexión política que no llevó a una homogeneización de las luchas sino más bien a un proceso expansivo de politización. Me parece que en este último año de pandemia el carácter transfronterizo del movimiento, y también los esfuerzos que se han hecho para dar un paso organizativo a este carácter, han sido súper importantes para romper el fuerte aislamiento que hemos sentido sobre sobre nuestras vidas. Claramente el proceso constitucional es algo inevitablemente nacional y entonces me preguntaba cómo se podía conjugar el carácter transfronterizo que tiene el movimiento feminista con el proceso constitucional chileno, pensando también un poco al panorama latinoamericano general, que vive una crisis de los gobiernos progresistas – que no es claramente algo nuevo – que me parece está llevando a una rechazo del rol de mediación que los gobiernos progresistas tenían entre poder político y movimientos sociales. Me parece que por el revés el caso chileno, con listas independientes que logran imponer las demandas de la calle, como decías, sin estar bajo la representación de partidos es un caso que muestra contra tendencias. ¿Así que la pregunta es cómo conjugar la dimensión nacional del proceso constituyente con una dimensión más transnacional que sigue siendo necesaria para la politización?

K.N.: Bueno son varios niveles en esta pregunta. Yo creo que un nivel muy importante es el nivel regional. América Latina, particularmente Sudamérica, atravesó un ciclo progresista en varios de sus países hace unas décadas atrás y de este ciclo emergen muchos procesos constituyentes, lo que se denomina el neoconstitucionalismo latinoamericano. A veces se lee desde fuera que Chile podría estar siendo una especie de proceso tardío de ese mismo fenómeno. A mí me parece que tiene muchas diferencias, pero voy a mencionar dos. Una tiene que ver con que estos procesos constituyentes, de Bolivia, Ecuador, Venezuela etcétera, fueron de la mano por gobiernos progresistas, uno podría caracterizar mejor o peor esos gobiernos, pero en Chile lo que está pasando es que justamente tenemos la posibilidad de terminar con la Constitución de Pinochet bajo el mandato del gobierno más reaccionario que ha habido desde la dictadura, en un contexto que nosotras hemos denominado de terrorismo de Estado, de violación sistemática a los derechos humanos y en qué tanto el gobierno como el sistema de partidos en general, incluyendo el Parlamento, tienen nula aprobación – cuando el Parlamento firma el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución el Parlamento tenía 3% aprobación y el gobierno un 6%. Entonces yo creo que esa es una gran diferencia, el escenario político en que se va a dar este proceso. La segunda gran diferencia es la existencia de este feminismo global, de masa, que no estaba presente cuando se produjo este ciclo progresista latinoamericano cómo está presente hoy. Uno de los impactos más evidentes de este ciclo de movilizaciones feministas es que la convención constitucional es paritaria: esto nosotras lo percibimos como un logro transfronterizo, o sea, era por supuesto porque nosotras nos movilizamos aquí y éramos millones y fue muy potente, pero lo que nosotras estábamos haciendo estaba inserto en un escenario global que era imposible omitir. Entonces siempre hemos dicho que la posibilidad de poder escribir en paridad una nueva Constitución ha sido gracias a cada compañera que puso sus pies en las calles del mundo, cualquier lugar, y nos gusta pensar este va a ser un piso para las compañeras de cualquier otro país en cualquier proceso constituyente por venir. En segundo lugar, el lugar que el neoliberalismo y su crítica ha ocupado en los movimientos feministas de este periodo ha sido muy importante en todos los países, no es una particularidad de Chile y, más allá del neoliberalismo caracterizado como modelo, lo que son las coordenadas con las que se mueve el capital hoy han sido parte de los movimientos en todas partes del mundo. Hoy en día lo que estamos viendo acá es que nos colocamos ante el desafío de poner fin a ese modelo, esa es la primera tarea política del proceso constituyente. Pensamos que va a ser muy importante para las compañeras en cualquier país que podamos hacerlo en un país como Chile, en las condiciones en que lo estamos haciendo, porque además sabemos que Chile es uno de los primeros países que de manera muy agresiva instala este modelo. Entonces en esa frase de la revuelta, “el neoliberalismo nace y muere en Chile”, que suena tan bonito, alberga una esperanza también para muchos pueblos. ¿La pregunta es desmontar el neoliberalismo para qué? ¿Para reproducir lo que pudo ser el ciclo progresista? ¡No, de ninguna manera! Yo creo que allí ese feminismo nuevamente es el que juega un rol fundamental en este ejercicio de imaginación política, que lo que busca nunca es restaurar. Siempre es lo que nosotras llamamos la “memoria del futuro”: hacemos nuestras todas esas luchas, sabiendo que también el lugar que ocupábamos en esas luchas, que hacemos nuestras, no es el lugar que queremos ocupar. El lugar que ocupaban nuestras vidas en esas luchas y en esos procesos anteriores, por muy populares que hayan sido, no es el lugar en el que queremos estar. Entonces cuál es el lugar en que nos vamos a colocar nosotras mismas en estos procesos por venir y que en Chile están en curso? Allí creo que vamos a tener que echar mano a este pensar juntas. Para nosotras es muy importante que para cualquiera de nuestra compañera que entra en la convención podamos convocarnos transfronterizamente, no sólo para tomar las experiencias de las compañeras de Latinoamérica – incluso muchas de ellas fueron parte de los procesos constituyentes en sus propios países – sino también para conversar con compañeras donde estos procesos no se han producido, para decir bien entonces cómo planteamos lo que tenemos que plantear ahí, cómo vamos resolviendo y qué posición vamos adoptando en cada uno de los grandes problemas que nos pueda tocar debatir en ese espacio constituyente. Yo creo que eso tiene que ser pensado conjuntamente a nivel transfronterizo. Ahora, sin duda las experiencias son muy dispares: por ejemplo, muchas compañeras en Ecuador ahora llamaron a votar nulo [en las elecciones presidenciales del 11 de abril], porque ya rompieron con la política del apoyo crítico a estos progresismos que siempre dejaron en el último lugar las luchas socio ambientales, las mujeres y a los pueblos indígenas; mientras tanto en Perú, donde no hubo ciclo progresista, las compañeras están llamando al apoyo crítico de una izquierda que es muy conservadora y que en realidad no recoge esas luchas, que nunca recogieron los progresismos latinoamericanos. Entonces esta discordancia temporal yo creo de la experiencia es muy importante para nosotras que no hemos atravesado ni una ni otra cosa: Chile no tuvo ciclo progresista y tampoco se avizoran, qué se yo, sectores que quieran reproducir un ciclo como ese. Sin embargo, va a ser un año electoral también y el gobierno actual siendo de una derecha muy agresiva constituye un peligro inmediato para la vida, para la salud de la población y para cualquier noción mínima democrática. Entonces en este debate también vamos a tener que posicionarnos, en el debate presidencial que va a ser en noviembre, y vamos a necesitar muchísimo poder de deliberar en conjuntos con las compañeras de países como Perú y Ecuador, para echar mano de sus experiencias.

C.D.A.: Sí, creo que este carácter transfronterizo del feminismo es justamente lo que permitió imponer a las instituciones las demandas sociales que surgieron en las calles, aunque sin una comunicación institucional directa y me parece súper importante lo que dices que estáis intentando mantener esta capacidad, aunque adentro del proceso constituyente. Bueno, para concluir quería saber si quieres añadir algo que no te pregunté y pero que te parece importante decir.  

K.N.: Sí, mira toda la experiencia regional, e internacional en general, ha sido muy importante para ser lo que somos acá ahora en Chile como movimiento. Nosotras decidimos llamar a la huelga viendo la experiencia de España, de Italia, eso es lo que nos inspira en primer lugar, es decir es allá adonde tenemos que apuntar nuestra actividad primero. Segundo, cuando estábamos ya para impulsar la huelga general feminista en Chile, se produce la elección de Bolsonaro en Brasil; eso para nosotras fue muy importante también, porqué de allí salen una serie de caracterizaciones de nuestro marco político. Decimos, bueno, estamos en un vértice histórico – esa es la palabra que usamos – entre las condiciones de descomposición de la vida que acelera el neoliberalismo y que conducen a los neofascismos, o la posibilidad de levantar desde los pueblos una otra alternativa, en la que además el feminismo tenga un rol y un lugar protagónico y central. Eso es básicamente lo que hemos tratado de hacer: producir esa otra alternativa. Entonces nuestra participación en el proceso constitucional es una participación digamos contingente, entendiendo que está en curso la posibilidad de producir esa otra alternativa. Esta otra alternativa no transcurre por la institucionalidad, pero lo que pasa en la institucionalidad no resulta indiferente a la posibilidad de constituir esta otra alternativa, sobre todo en un proceso constitucional que va a ser una disputa programática e ideológica, que va a tener alcance nacional, en que todo el país va a estar pendiente de que se discute. Sin embargo, es un momento de un proceso que no se abre ni se termina en esta esfera constitucional. Por el contrario, lo primero que nosotras hicimos cuando se abre el estallido social fue decir que hemos entrado en un proceso constituyente que no tiene que ver con la redacción de una nueva Constitución, sino con la clase obrera constituyéndose a sí misma. Lo que venimos a disputar va a ser el contenido de esa constitución de clase, que es un proceso vital: ese es el lugar en que estamos, en que el feminismo esperamos juegue un rol muy fundamental en este proceso de constitución de clase y la huelga para nosotras es inseparable de disputar como la clase se constituye a sí misma y que afirma. Entonces cuando decimos poner la vida al centro estamos hablando de todo esto, de lo que hemos afirmado siempre: de los trabajos que sostienen la vida – que son invisibles, que son no trabajos –, de las condiciones en que tenemos que relacionarnos con la naturaleza, incluso el problema de la propiedad, de los bienes comunes naturales. Hoy en día vamos a tener la posibilidad de discutir eso no sólo entre nosotras sino en un debate nacional que trata de redactar una nueva Constitución. Sin embargo, no tenemos muchas expectativas de la Constitución que va a resultar de este proceso: nos parece extremadamente difícil que esta recoja las aspiraciones populares que han venido siendo planteadas los últimos años, pero incluso si las recogiera, sería algo muy bueno, pero no sería algo tan determinante. Finalmente, por mucho que las constituciones declaren cosas, es absolutamente necesario transformar de una manera radical la materialidad de la organización de la vida, partiendo por la propiedad, por ejemplo. Entonces eso me gustaría aportar, como para entender que no vamos allí desde una ingenuidad o con algunas ilusiones que no tienen en cuenta el carácter inevitable de una confrontación de clases, que no se resuelve redactando una nueva Constitución.

 

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